DEL LIBRO "AL MORIR EL SOL"
“TIERRA
DE LOS MAYORES”
Miguel
Alfredo Oviedo Risueño
El Valle de Atriz es una denominación española del Hatunllacta que significa "tierra de los mayores" o tierra grande en
lengua quechua, Situado al pie del volcán Galeras en medio del nudo de los Pastos, macizo que da origen a los tres
ramales de la cordillera de Los Andes. Y a grandes verdades que parecen un
sueño.
Dianita Te,
soñó una noche que andaba por un extraño camino en el campo, que ascendía por
una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca,
rodeada de un jardín.
Incapaz
de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta
por un hombre muy, anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que
ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño
permanecieron grabados en su memoria, por espacio de varios días no pudo pensar
en otra cosa.
Después volvió a tener el mismo
sueño siete noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a
tener su conversación con el anciano.
Pocas semanas más tarde Dianita Te se dirigía en un taxi a Chachaguí, municipio muy cercano al Valle de Atriz, donde se realizaba una fiesta de fin de semana. De pronto tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el automóvil. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.
Pocas semanas más tarde Dianita Te se dirigía en un taxi a Chachaguí, municipio muy cercano al Valle de Atriz, donde se realizaba una fiesta de fin de semana. De pronto tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el automóvil. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.
-Espéreme un momento –suplicó-,
Y echó a
andar por el camino, con el corazón latiéndole alocadamente. Ya no se sintió
sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa
colina y la dejó ante la casa cuyos detalles recordaba ahora con tanta
precisión. El mismo anciano del sueño respondió a su impaciente llamada.
-Dígame– pidió ella -, ¿se vende esta casa?
-Dígame– pidió ella -, ¿se vende esta casa?
-Sí –respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre.
-¡Esta
casa, hija mía, está frecuentada por una
aparición!
-Una aparición
–repitió la muchacha-. Santo Dios, ¿y quién es?
-Usted –dijo el anciano y cerró suavemente la puerta.
-Usted –dijo el anciano y cerró suavemente la puerta.
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