NARRATIVA COLOMBIANA- LA JUGADA PERFECTA DEL TIEMPO - HENRY MANRIQUE

RELOJ QUE VUELA JUNTO A UN RETRATO DE MUJER O LA JUGADA PERFECTA DEL TIEMPO

Miguel Alfredo Oviedo Risueño



Lo que sigue es una lectura del libro “La perfecta Jugada del Tiempo” que incorpora, a veces subliminalmente, varias lecturas, un intento de presentar a Henry Manrique capitalizando las múltiples calas  practicadas en su jugada perfecta. Quieren ser apenas un punto de partida; estas páginas, de múltiples acciones, que nos llevan por caminos de nostalgia. Pues, deben leerse como una primera excursión:
Félix Cardoso (Calixtlahuaca, Mexico) se ha referido a al libro de Henry Manrique como "el caminar por senderos de silencio, de bullicio, de reflexión; es retratar la humanidad".
- dice -
Como  lector que he frecuentado con relativa constancia el mundo de las letras he tropezado, con “La Jugada Perfecta del tiempo” de  Henry Manrique en su creación la que ha generado -en mi humilde apreciación- una dimensión que designa con adjetivos y nombres pastos, para hacernos cómplices de sus aventuras.  
A través de una cita de Borges tomé estos aspectos sencillos y sublimes de la vida: "El mundo es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada, que ya se ha muerto"; para concluir: "La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que éstos son provisorios"(O.I.143). Estos esquemas son el quehacer de la filosofía y la teología: "Es aventurado pensar  -dice Borges- que una coordinación de palabras (otra cosa no son las filosofías) puede parecerse mucho al mundo" (D.136). La conclusión que se nos impone es el valor de esos sistemas, que de antemano sabemos falibles, como "juegos verbales", como literatura.

Este "maestro del género fantástico" será también el maestro de Henry Manrique el narrador de historias cortas. Los temas de “La Jugada perfecta del tiempo” donde sus cuentos están inspirados en esas hipótesis e inicio con el título que le da nombre a este libro; que es el andamiaje, escéptico que nos despoja del prurito de verdad y hace de esta lectura materia prima para seguir. Y solo así de esta manera, nos devuelve el carácter de creación estética,  por el que valen o se justifican.
En los relatos de Henry Manrique como el “Monologo de Dionisios sobre Sara Tapia”  encontramos ecos que en momentos funcionan como un plano o dibujo sobre el cual se pierde el pensamiento o se dibuja su ficción. Cuando un narrador habla consigo mismo, puesto que no hay otro personaje presente, estos pensamientos son comunicados por el narrador omnisciente o el narrador testigo que no es el personaje mismo. En este caso se narra en primera persona en forma de monólogo interior directo. Es decir, el narrado está presente en el monólogo.
Si solo son momentos como "El escritor frustrado". Es claro que un solo personaje da voz al monólogo.
Así presiento que bajo el diseño reverbera la presencia, de cierta teología que, de alguna manera, explica el relato “Necesidad de Dios” y, a la vez, le confiere ese sabor trascendental que tiene, aunque Henry Manrique lo niegue y se burle de tales trascendentalismos. En sus escritos se dan lo particular y lo general, lo individual y lo alegórico, pero confundiéndose el uno en el otro e integrándose en una unidad donde es difícil distinguir lo individual de lo genérico. Intuyo un reverso, un sentido que se prolonga más allá de los hechos del relato, y es este sentido que proyecta la fábula de la narración sobre un plano de valores genéricos o simbólicos.

En “El dialogo del mono-guillo”, se nos dice desde el comienzo que el universo; la vida perdida de un semi-héroe, sin perder su validez de tal, deviene una metáfora del universo, de su caos, de la imposibilidad de encontrar la fórmula total -que si la encuentra en el librero- "el librero es una inmortalidad rectangular"(P.45 “s/p”). Esta coincidencia o confusión de los dos planos -el individual y el abstracto- “donde el tiempo no es presente” se da nuevamente esa nostalgia vivida de lo omnipresente.
De esta manera, Henry Manrique proyecta lo individual sobre un plano más amplio, y tanto lo singular se explica en lo genérico como lo genérico en lo singular, o, para decirlo con las palabras de Borges: "La hambrienta y flaca loba del primer canto de la Divina Comedia no es un emblema o letra de la avaricia: es una loba y es también la avaricia, como en los sueños"(D. 64). Como los sueños las narraciones de Henry Manrique son símbolos donde lo genérico puede ser más intenso que lo concreto". O un símbolo múltiple, un símbolo capaz de muchos valores, acaso incompatibles. -dice en “Estrellas amarillas- “unir dos puntos es tarea de la línea”. Para la razón, para el entendimiento lógico, esta variedad de valores puede constituir un escándalo, no así para los sueños que tiene el álgebra, y en cuyo ambiguo territorio una cosa puede ser muchas"   
Al confundir los límites de lo individual y de lo genérico, de lo relativo de una realidad, Henry Manrique amplía el ámbito de sus relatos otorgándoles una elasticidad, que en última instancia los salva de una simplificación demasiado real.
Todas las combinaciones vislumbradas por la imaginación humana están ya contenidas, potencial o virtualmente, en la realidad. Más aún, la imaginación humana se queda corta en relación a la vastedad del universo.
Siempre hay un momento violento, arisco, brusco, que nos informa de que esta hecha la sensibilidad que hay en Manrique y que percibe el mundo fijándose en sus notas asonantes o en sus gestos de desafección. Es entonces cuando la vida aparece en todos sus matices, todo ello servido con una cadencia entre lenta e impaciente, la justa para que el lector disfrute con una comparación o un adjetivo inesperado, y también para que vea colmadas sus expectativas cuando el misterio abre la puerta del relato a un futuro más misterioso aún.


Así es, es todo  el compendio de veintitrés relatos contenidos en setenta páginas de “La jugada perfecta del tiempo” de Henry Manrique, escritor colombiano donde la vida es un misterio que no se nos permite desvelar.  Sin olvidar que el fin del pozo está en el pozo.
Porque un pueblo joven, como el nuestro, como el que nos presenta Henry Manrique en su libro, como nuestra ciudad con un pasado, está obsesionado en escribir su propia historia, aunque ésta sea únicamente la suma de cientos de miles de intimidades fracasadas.
Manrique nos presenta este sentimiento de pérdida y nostalgia con una prosa traslúcida, mezclando la descripción psicológica y la evocación lírica, adueñándose a menudo de la realidad literal para transformarla en una gema gastada que brilla en el fondo del río. Y esa gema que está en ese reloj o en la fotografía es elocuente, habla por sí misma, no nos necesita para demostrar lo que se siente al verla: Primero, una conmoción sutil; luego, el asombro de seguir en movimiento, montada en una corriente de devoción acerada, en calma sobre la superficie de la propia vida, sobreviviendo aunque un dolor húmedo y frío no dejara de embestir el cuerpo.









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